Obra de Dios

HACIENDO CAMINO…

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La Congregación de San José de Cluny, está enraizada en la experiencia mística de su fundadora, Ana María Javouhey, quien desde muy joven descubre en su vida, la presencia del Dios revelado por Jesús de Nazareth. Para ella también, Dios es ABBA.

Para responder “haciendo siempre y en todo, la voluntad de Dios”, Ana María hace el intento de formar parte de dos familias religiosas. Primero, donde las hermanas de la Caridad de Besançon y, guiada por el Abad Dom Augustin de Lestrange, en la Trapa (Suiza). La experiencia en ambas comunidades iluminará desde los orígenes el rostro característico de su congregación.

Souvans, Choisey, Chamblanc, Chalon, son las primeras localidades en las que establece pequeñas casas para estar al servicio de los más necesitados.
El 12 de diciembre de 1896: decreto imperial asociación religiosa bajo el nombre de san José, con el fin de formar a los niños de los dos sexos, al trabajo, a las buenas costumbres y a las virtudes cristianas
El 20 de agosto de 1806: la bendición del oratorio dedicado a san José, quien a partir de entonces se convierte en el Padre y Protector de la Orden

Por fin, el 12 de mayo de 1807: fundación de la congregación por la profesión religiosa de Ana María Javouhey, sus tres hermanas y cinco compañeras. Por la tarde, el obispo, acompañado de varios eclesiásticos, reunió en capítulo a las nuevas religiosas para proceder a la elección de superiora general. Sor Ana María Javouhey fue elegida por todas sus compañeras para asumir esta responsabilidad. Un poco más tarde, la congregación así fundada añadiría a su nombre el del lugar del primer noviciado: Cluny.
“Si fuera mi obra, yo no la sostendría, pero si es la obra de Dios, ella se sostendrá a pesar de la persecución…” AMJ

La Madre Javouhey buscaba cómo implantarse en París, donde se tomaban las decisiones importantes para el porvenir de la congregación. Después de unos comienzos muy difíciles, el instituto misionero se dio a conocer gracias a una pequeña escuela, en la que la aplicación del método de enseñanza mutua obtuvo notables resultados con los niños de medios desfavorecidos.

A lo largo de su existencia, las pruebas de todo tipo no le han impedido acoger novicias de orígenes cada vez más diversos, realizar fundaciones en lugares o regiones de nueva evangelización, en medio de los pobres, los desheredados, en distintos lugares de todo el mundo. Los envíos de personal no se hacen solo desde Europa hacia los otros continentes, sino también de un continente a otro: del sur hacia el norte, del este hacia el oeste. A la muerte de la fundadora, el 15 de julio de 1851, las Hermanas de San José de Cluny, cuyo número era aproximadamente de un millar, trabajaban en los cinco continentes.

Presentes en más de 50 países, las Hermanas de San José de Cluny son actualmente cerca de 3.000, de casi 70 procedencias diferentes. En su seno se aprecia una gran diversidad de lenguas y culturas, con un amplio abanico de compromisos apostólicos, que evolucionan según las llamadas de los tiempos. La unidad de la congregación se mantiene gracias a la voluntad de las hermanas de vivir el seguimiento de Cristo según el espíritu y carisma de su fundadora.